Identidad e identidades
El tema de las identidades y su construcción es uno de los más estudiados y discutidos en ciencias sociales y humanas. La identidad se construye dialógicamente con la identidad del otro. Pero ya desde la filosofía griega más esencialista, en la separación parménida y platónica entre mundo inteligible y mundo sensible, se encuentra el germen del predominio de lo que es uno e idéntico por encima de la alteridad y la pluralidad.
Y esta diferenciación continúa hoy en día presente en el pensamiento occidental, donde los individuos continuamos pensándonos como únicos e idénticos y obviando o menoscabando la diferencia, la alteridad y la multiplicidad, mientras que la realidad es bien diferente, puesto que vivimos en un mundo plural donde los intercambios culturales se producen en un proceso continuo e inabarcable.
En semejante proceso de construcción identitaria, la alteridad es contemplada como una amenaza, así esta construcción es una operación de exclusión de ese otro que trata de integrarse, eliminando su identidad diferenciada y tratando de absorberla en la propia.
Esto es válido tanto para la identidad individual como para la colectiva, pues el proceso de subjetivación identitaria carece de sentido si no es en el seno de una colectividad:
“Toda sociedad busca mantener su cohesión en el espacio y en el tiempo mediante la diferenciación de sus miembros respecto de los foráneos porque toda sociedad necesita crear su propio mundo de sentido”[1]Traducido de: Campàs, 2013, Mod. 5 p. 82.
Y en este contexto, desde las posturas más esencialistas, se considera básica la pertenencia a una comunidad para que los individuos sean capaces de crear sus identidades como sujetos morales.
El problema de esta postura es que otorgando prioridad a una identificación determinada se está obviando que todo sujeto es un ser multidimensional y que los modelos identitarios no dejan de constituir estereotipos. En este sentido, la construcción de la identidad es también un sistema de control orquestado desde los ámbitos del poder y basado en la dominación.
Este sistema de control y de construcción identitaria en la oposición del uno y del otro ha sido históricamente un mecanismo de alienación y constreñimiento del individuo.
Puesto que limita la diversidad al considerar como únicamente válidas determinadas identidades prefijadas por el sistema. Pero ningún individuo puede limitarse, en el ejercicio de su día a día, a una unidad identitaria, ya que la cambiante red de relaciones formada por la diversidad cultural permite reconocimiento y vinculación en infinidad de múltiples factores (tendencias políticas, gustos musicales, preferencias gastronómicas, lugar de trabajo, etc.).
Así, las identidades se construyen y re-construyen indefinidamente, no son en absoluto estáticas o inmóviles. Más aún, la autoconsciencia de cada sujeto se forma en interacción con todos los otros, la identidad se encuentra precisamente en la diferencia.
Identidad catalana
Se hace difícil averiguar en qué consiste exactamente la identidad. Parece que es indispensable para la vida social, pero sus límites no están muy claros. Entonces, ¿Cómo definir la identidad catalana, si todo contenido que supuestamente forma parte de la identidad es algo arbitrario? ¿A partir de la lengua? ¿No son catalanes aquellos que viven en Cataluña y no hablan la lengua? ¿Las costumbres diferenciadas en relación a la identidad española? ¿Bailar sardanas? ¿Vivir en el territorio de Cataluña?
En palabras del ex President Jordi Pujol:
“Hi ha molts components en la nostra identitat, però l’espina dorsal són la llengua i la cultura (Hay muchos componentes en nuestra identidad, pero la espina dorsal son la lengua y la cultura)” [2]Campàs, 2013, Mod 5 p. 113.
Nos encontramos en un mundo cada vez más globalizado e interconectado, compartiendo lo esencial de nuestras identidades con la enorme comunidad mundializada. Es por este motivo la gran importancia que adquiere la exaltación de nuestras diferencias, por la similitud cada vez mayor entre nosotros.
En este contexto la lengua, herramienta fundamental en la construcción de sentido, parece ser uno de los pocos referentes que quedan para la diferenciación y la delimitación de fronteras identitarias nacionales a modo de “resistencia cultural” que no precisa siquiera del reconocimiento de las instituciones de un estado, como no ocurre así con los límites geográficos.
En este sentido todo nacionalismo constituye una especie de ancla identitaria. Pero, según Manuel Castells y al contrario que Pujol, una identidad basada tan sólo en la historia y la lengua no es suficiente para la construcción de una nación en esta época de mundialización, también es necesaria la participación activa para la creación de nuevo sentido.
Entonces, ¿qué sentido tiene la afirmación de Artur Mas [3]“Es pot afirmar amb rotunditat que l’anhel d’autogovern forma part consubstancial de la identitat catalana, de la nostra manera de pensar, de fer i de ser”. (Se puede afirmar con rotundidad … Continue reading, sobre el anhelo de autogobierno inherente a la identidad catalana? Desde la perspectiva histórica, porque durante varios siglos la lengua ha sido el signo de identificación más visible del “ser catalán”, junto con las instituciones políticas de autogobierno en los momentos en que éstas han existido.
Pero el argumento en sí constituye una falacia, la falacia de pensamiento de grupo o pensamiento gremial, muy común en los nacionalismos, que consiste en una generalización para atribuir el orgullo de pertenencia a un grupo al propio discurso.
En este caso el anhelo de autogobierno corresponde en origen con el pensamiento del nacionalismo, la minoría elitista, de las clases que desean el control del poder en Cataluña.
Es una apelación a la memoria histórica en la construcción nacional, una memoria histórica que siempre ha sido fundada por las clases dominantes.
El concepto de nación
Se hace muy complicado definir qué es una nación. Se podría indicar simplemente que es un fenómeno de consciencia colectiva, un sentimiento de inclusión a una realidad construida de la cual muchas personas se hacen partícipes y que no se define por unos límites geográficos concretos.
Desde este punto de vista, para determinados científicos sociales las naciones no existen, constituyen simples ficciones.
Para otros, en cambio, las naciones tienen una existencia muy real y hunden sus raíces en el pasado, considerando un modelo orgánico que implica una especie de espíritu o consciencia impresa en el alma de los pueblos que se manifiesta con independencia de los individuos que la forman. Es la idea conservadora de nación, construida desde los aspectos identitarios, culturales, simbólicos y sentimentales.
Para un tercer grupo, las naciones también existen pero son un fenómeno exclusivamente moderno, creado a partir de las revoluciones burguesas y la construcción de los estados liberales del s. XIX, y su fundamento son los aspectos políticos y sociales.
Bajo esta perspectiva, la nación es un proceso de lucha por la construcción de los derechos democráticos, resultando la nación un producto de éstos, una determinada forma de plasmación de la consciencia colectiva en busca de un determinado nivel de poder político cuyo objetivo es la construcción de un estado-nación independiente.
Nacionalismos
En el proceso de construcción nacional es donde toman importancia los nacionalismos, los verdaderos productores de la identidad nacional, según algunos autores.
Dependiendo de la ideología de cada nacionalismo, se formará el concepto y contenido de cada nación, porque el nacionalismo sería la formulación ideológica del hecho nacional, formulación creada desde los intereses de una determinada clase social (normalmente las clases dominantes, aunque no en todos los casos), intereses que son presentados como los intereses de la nación.
Así, en este punto es donde confluye el concepto de nación asociado al de soberanía, porque toda nación desea constituirse en estado.
Si aceptamos que las naciones son un fenómeno moderno, existen diferentes interpretaciones sobre el concepto. La primera se refiere a que la identidad nacional, entendida como el conjunto de características culturales, creencias compartidas y aspiraciones políticas, son ficciones creadas en los procesos históricos de construcción de los estados-nación del s. XIX, identidades obsoletas a superar en el actual contexto de mundialización.
Por el contrario, otros argumentan que en tiempos de globalización las naciones resultan imprescindibles para la construcción de la identidad individual y los proyectos de vida en común.
Y un tercer grupo, sin embargo, aboga por la sustitución de las naciones por sociedades hipertextuales, es decir, por sociedades abiertas basadas en valores cosmopolitas.
Una nación que se reconoce a sí misma
No sabemos en qué consiste una nación y ni siquiera podemos asegurar su existencia, ¿qué sentido tiene entonces apelar al hecho de que Cataluña constituye una nación para legitimar su derecho de autodeterminación e independencia? Pero veamos qué proceso se ajusta mejor a la construcción de la identidad nacional catalana.
Para ello, no tenemos otra opción que comparar este proceso con el de construcción de la nación española, porque la identidad nacional catalana, como veremos, surge como una identidad de resistencia ante la nación española.
Ya el filósofo Ortega y Gasset afirmaba, en 1910:
“Dado que España no existe como nación, el deber de los intelectuales es construir España”[4]Campàs, “La (im)probable (in)dependencia de Cataluña (por la vía legal)..
¿A qué se debe semejante afirmación?
A que los liberales no lograron, en España, vertebrar de forma eficaz un proyecto colectivo donde la gran mayoría de ciudadanos se sintieran integrados, unificando los intereses de las élites y asegurando la igualdad de derechos.
En la construcción del estado liberal español, se utilizó la visión y discurso más conservadores, aquella que se funda sobre un modelo orgánico que hunde sus raíces en el pasado, una realidad preexistente de una nación eterna, única, fundada en la tradición culturalista y en el modelo castellano (y de aquí afirmaciones falaces como aquella pronunciada por Esperanza Aguirre en 2012 [5]“España es una gran nación con más de 3000 años de historia”.).
Una ideología con voluntad hegemónica que obvió la cuestión nacional como una adquisición política de las revoluciones liberales.
Así, esta visión de la “nación única” excluyó toda opción política, jurídica y cultural no identificada con el modelo castellano. A nivel económico, el endeudamiento y la debilidad del estado liberal no fue capaz de crear servicios públicos para sus ciudadanos.
En cuanto a la Administración, de carácter centralista, se basó en la militarización del orden público y el predominio del poder militar por encima del poder civil. Pero en esa pretendida centralización, los liberales tampoco lograron eliminar las antiguas identificaciones con las protonaciones del Antiguo Régimen, produciéndose una tensión muy alta entre los intentos de centralización y la defensa de los antiguos privilegios.
Este Estado centralista fue diseñado a partir de los intereses de la antigua aristocracia agraria señorial, que se consolidó como oligarquía terrateniente y que no tuvo interés en la inversión industrial, alejando de esta forma a España del desarrollo industrial presente en otros países europeos.
Tan sólo en Cataluña y el País Vasco se desarrolló una burguesía industrial ligada a la pequeña industria, una burguesía subordinada que poco pudo hacer en la construcción del estado liberal.
En este contexto centralizador es donde comenzaron a surgir los nacionalismos vasco y catalán, un sentimiento de que el sistema político y la cultura castellanizada no ofrecían nada a cambio de la desaparición de su identidad y cultura, una identidad y una visión de la historia ligada a su desarrollo comercial, sosteniendo que ese desarrollo se basaba en la existencia de unas entidades representativas propias, las Cortes y otras instituciones suprimidas por los Decretos de Nueva Planta de 1716.
De ahí que la identidad nacional catalana no encaje con la española, porque la democracia del estado liberal fue falseada y dirigida por los sectores más conservadores, quienes impidieron la plena representatividad política.
Incluso el punto de encuentro creado durante la Segunda República, fue destruido por el franquismo y el postfranquismo.
Llegados al momento presente, esa falta de encaje debe contextualizarse, además, en paralelo con la actual crisis de los estados-nación, que ya no son capaces de controlar la economía ni los flujos de información. Como resultado, cada vez menos gente se siente identificada ni representada.
Si a eso agregamos que en el presente toda sociedad es plural, diversa y multinacional, cuando un colectivo no se siente representado por un modelo puede reaccionar planteando su propia alternativa, como por ejemplo la creación de un Estado propio.
El problema en cuanto a Cataluña, al menos hasta la consulta del 9-N de 2014, es que el proceso se encontraba dirigido por el nacionalismo más conservador que tiende, de igual forma que el nacionalismo español, a priorizar el contenido cultural, lingüístico e identitario en la construcción del estado-nación catalán, en detrimento del contenido político y social de la nación catalana.
Si bien este discurso ha sido modificado últimamente, probablemente debido a que el Proceso se vio obligado a incluir a otras formaciones políticas, principalmente la CUP, para poder continuar su marcha.
Este cambio discursivo, unido a la violenta reacción de un Estado español que se ha revelado como altamente autoritario durante el Referéndum del 1-O, ha logrado captar a un mayor número de partidarios y sincronizarse, al menos en parte, con la posición de aquellos científicos sociales que promueven que, en el contexto actual de mundialización, los estado-nación y aquellas naciones que desean constituirse en estados, deberían transformarse en estados-red basados en el contrato social y la radicalización democrática, adaptándose a la voluntad de los ciudadanos, no al revés.
Bibliografía y webgrafía
- Álvarez Junco, J. Ser españoles. Imaginarios nacionalistas en el siglo XX. Barcelona: RBA Libros.
- Campàs, J. Didàctica de les ciències socials i TIC. 2013. Barcelona: FUOC.
- “Conferència del president de la Generalitat Després del 9N: temps de decidir, temps de sumar”. . 25-11-2014. Gabinet de Premsa de la Oficina del President i Coordinació Interdepartamental, Departament de la Presidència, Generalitat de Catalunya. < http://www.ara.cat/politica/conferencia_ARAFIL20141125_0001.pdf> .
- “Constitución y derecho de autodeterminación”. Dr. Roberto Viciano Pastor, Catedrático de Derecho Constitucional. Universitat de València.
- “Falàcies, errors argumentals”.
- “La (im)probable (in)dependencia de Cataluña (por la vía legal)”, artículo por Joan Campàs, Doctor en Historia Contemporánea.
- “Llibre blanc de la Transició Nacional de Catalunya”. . 2014. Generalitat de Catalunya, Departament de la Presidència. http://presidencia.gencat.cat/web/.content/ambits_actuacio/consells_assessors/catn/informes_publicats/llibre_blanc_sintesi.pdf
Notas a pie de página
↑1 | Traducido de: Campàs, 2013, Mod. 5 p. 82 |
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↑2 | Campàs, 2013, Mod 5 p. 113 |
↑3 | “Es pot afirmar amb rotunditat que l’anhel d’autogovern forma part consubstancial de la identitat catalana, de la nostra manera de pensar, de fer i de ser”. (Se puede afirmar con rotundidad que el anhelo de autogobierno forma parte consubstancial de la identidad catalana, de nuestra manera de pensar, de hacer y de ser); en “Conferència del president de la Generalitat”, 25-11-2014 |
↑4 | Campàs, “La (im)probable (in)dependencia de Cataluña (por la vía legal). |
↑5 | “España es una gran nación con más de 3000 años de historia”. |